miércoles, 13 de octubre de 2010

Lágrimas de la fiebre y la tristeza

Nota inicial
Esta pequeña serie de poemas, los he escrito a la lumbre de la lectura de un reportaje de Javier Ayuso publicado en el periódico español El País en el mes de agosto de 2010. Las fotos de Bernardo Pérez, que ilustraron el texto de Javier, ha sido en parte la gran detonación para que los versos se escribieran, incluso debo confesar que los manuscritos quedaron sobre las propias fotografías en las páginas del periódico.
Agradezco a estos dos hombres del periodismo su agudeza, y a ellos dedico estos poemas que también quieren ser una extensión de su denuncia ante situaciones donde la muerte y la enfermedad medran a sus anchas sin protección alguna y ante la mirada indiferente de los países desarrollados, culpables también, aunque no lo parezca. (NC)
  Foto de Bernardo Pérez Publicada en El País


La fiebre
Lágrimas de la fiebre y la tristeza,
aguas cristalinas de la rabia,
luz que en esas aguas, escribe la desolación.
Lágrimas de la lumbre y el mal sueño,
aguas torrenciales que apagaron los profundos ríos de la niñez.


La enfermedad del sueño
Hay ojos que miran al que pase por este lado de la desdicha y hay los que no irán, los que ignoran, los que desprecian esas aguas de los ojos hermosos de la hija de Michael Kotinga cuando ha descubierto que la enfermedad del sueño, la hizo suya. Lágrimas que tienen por luz, la sangre agitada que traerá la muerte. Lágrimas niñas que desatan las cadenas de la desgracia y abren puerta a una pobreza nueva.


El animal
¿Qué animal ha caído del cielo a las casas
donde ya dios se había dado a la fuga?


La mirada
No miran los ojos de esa niña, sino
la niebla de los que la enfermedad del sueño
le ha ofrecido como un regalo para la desolación.

   Foto de Bernardo Pérez publicada en El País

Los ojos de la hija de Michael Kotinga
Es el mar lo que ha llegado a sus ojos por enésima vez,
es el mar, como llega el demonio a soplar una palabra
a la oreja de la hija menor de Michael Kotinga,
mientras mira de frente a la tormenta que ha llegado.


La muerte, una palabra
La muerte es una palabra más que cruje en
la noche de esos niños de Boda.
Sus ojos miran con la seriedad de la víctima.
Hay aves del sueño, aves de la oscuridad que vuelan
En la espera de la muerte,
aves que vuelan para llevar
los últimos trapos de la vida
y limpiar de sus últimos ojos,
las últimas lágrimas.


Foto de Bernardo Pérez publicada en El País

Pescadores del Río Qubangi
1
Hombres que al final de la esperanza, en la última palabra de las aguas y la crueldad del mundo, buscan peces como el postrero pan de las aguas del Río Qubangi. Hombres que saben morir ante la luz del alba, hombres que saben morir a la luz del río crecido, hombres que saben hallar la muerte de ojos abiertos. Pescadores con el alma puesta por carnada, soñadores en la inmensidad que tiran la red a la soledad cielo que los mira como la lumbre.
-Nada queda -parecen decir unos a otros-, nada hemos encontrado.
Y a la luz del alba, la neblina busca hacerles perder el rumbo.

2
Todo ha de morirse pronto. La esperanza es un sueño calcinado. Un estertor que hallarán en sus hijos pobres al regreso a casa. Niños del hambre y la malaria, niños que no dejarán huellas; pescadores del destino que tiene por único puerto, la muerte niña, la pronta bestia que borra el mundo, la más puta de todas las bestias.

3
Con los brazos largos, alcanzan los hilos y el aire tiene un espeso nombre. Los peces serán oro, alimento último, moneda de cambio en el desierto.






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