viernes, 4 de febrero de 2011

El Instante Maravilloso, poesía rusa del siglo XX; una Antología de la desdicha


El Instante Maravilloso, poesía rusa del siglo XX;
una Antología de la desdicha


Para Susana Sanromán
In memoriam


            Desde algunos años -circunstancialmente, y no porque yo sea el indicado para hacerlo- he escrito sobre lo que Jorge Bustamante García traduce. En su ejercicio continuo y de magnitudes mayores, he observado con atención su paciente y cuidadoso trabajo de entregar versiones del ruso a nuestra lengua. Leí, y comenté en su momento la traducción que nos entregó de los poemas de Anna Ajmatova que en la colección Poemas y ensayos, hoy dirigida por Marco Antonio Campos, hubo publicado hace algunos años. He signado, en fin, mi aprecio sobre esta asombrosa labor de artífice que Bustamante ha labrado; ahora entiendo que fue, sin duda, una manera de reconocer este olvidado trabajo del traductor. Y hoy, mi comentario a El instante maravilloso, poesía rusa del siglo XX, que recoge buena parte de su trabajo con la poesía de la lengua de Dostoievski, da seguimiento a la serie de comentarios que le he ofrecido al autor de El caos de las cosas perfectas.
            He leído este libro grande, y lo he hecho por lo que me atrae del caso: la pasión por la lengua y los poetas rusos con los que Bustamante tiene algo más alto que un sencillo apego. Me emociona la paciencia con la que el traductor colombiano mira levantarse, como fuentes deslumbradas, los poemas que ha de traducir. Me entusiasma sobremanera esa capacidad, que pocos tienen, para mirar la vida de cada uno de los autores que traduce, por que hasta hoy, no creo que haya traducido un solo autor y ni siquiera un poema, que no sea parte de esa entrega pasional a la loba inmunda llamada poesía, porque -con sobrada razón lo digo-, la poesía no puede entenderse sin la pasión de todas las partes que la conciben. Y en esta obra puede notarse, con claridad, este suceso que se origina en el corazón.  Me detengo aquí sólo para anotar que llamé “obra” a este libro de traducciones. Como en su misma introducción, se recuerda la anécdota entre Mandelstam y Pasternak, que dijo el primero ante la misma Ana Ajmatova, a propósito de la traducción de Shakespeare por parte de Pasternak: “sus obras consistirán en 12 tomos de traducciones y sólo uno de sus propios poemas”. Y aunque aquello parece un reclamo, una acusación y hasta una especie menor que la burla, no dejamos de creer que la obra traducida, -como acto mismo-, no pueda llamarse obra. La traducción misma, bien hecha y comprometida, sí puede -aunque discretamente- llamarse obra, y más aún si el traductor es un creador.
Ahora pregunto ¿cuál es la obra del traductor? ¿Cómo signarla? ¿Cómo llamarla si es una labor que siempre se ha dejado fuera de todo acto central en el mundo de la creación? En fin, lo que dice Bustamante, a propósito de una hipotética respuesta a Mandelstam de parte del autor de “El doctor Zhivago” resulta muy ilustrativo, el dice: “Al lado del gran poeta ingles, un solo libro de buenos versos propios basta”.
Complicada y discutida la labor del traductor, pero sin duda de una profunda responsabilidad, porque el traductor de poesía, canta en su idioma lo que oyó cantando en la lengua madre de aquel canto. El traductor es el copista de la música en su sonoridad primigenia. El traductor de poesía, es como el loco que  traduce lo que han dicho las flautas y las abejas; siempre está atendiendo al aire.
            Otra cosa que me parece importante mencionar de las traducciones que Bustamante ha publicado, y que ya para sus lectores resulta casi familiar, es que su aplicación a la poesía y a los poetas (lo podemos ver en sus notas y trabajos más amplios sobre el tema), nada tiene que ver con ese torpe espíritu de la Academia que muchas veces suele acabar con el zumo de la literatura. Sus anotaciones y sus ricas y precisas semblanzas de los autores que traduce, nos hacen creer en la cercanía.
            Al contrario de los académicos que sólo ganan cátedras, grados y sueldos en las universidades, el trabajo de este traductor y poeta colombiano-mexicano, ha sido con la vida y el corazón de las palabras, con su sangre inmensa y hasta con las enfermedades que viven los hombres comprometidos en el canto. Jorge Bustamante García eligió para su destino una poesía asentada en la desdicha, porque la poesía rusa del siglo XX ha sido perseguida por las tormentas humanas y por el sacrificio infortunado de los que la escribieron, como señalaba Jünger. Es una Poesía, que tuvo su particular destino trágico, es decir, fue reflejo de aquella historia del pueblo ruso al que le tocó ser vientre de una expresión -sobre todo poética- sumamente honda e inscrita en el dolor.
El libro -El instante maravilloso; poesía rusa del siglo XX, que es resultado de muchos años de búsquedas e indagaciones- es una muestra más que panorámica de mirar la poesía rusa de frente y representativa, pese a que son autores que fueron seleccionados con un criterio afectivo y muy lejano a las voluntades académicas y/o de estudio. El instante maravilloso, sin embargo, es una suerte de caleidoscopio de esa generación llamada -allá en Rusia- del Siglo de Plata; salvo Tarkovski y Brodski, y la selección que el traductor ha hecho habla también de una intención y esa intención mucho revela los intereses que Bustamante nos ha mostrado a lo largo de la traducción del libro. A él le apasiona descifrar el sufrimiento humano, le interesan las vidas de estos poetas que terminaron apostándola contra la poesía, y sabiéndolo, perdieron.
            En este libro, la desesperanza como la de Ajmatova tiende hilos a lo largo de sus páginas. La antología de fino tejido, es un libro que honra a su titulo, ante el razonamiento que puede leerse en el verso de Pushkin que sirve de epígrafe general al volumen: Recuerdo aquél instante maravilloso/ cuando ante mi apareciste,/ como una visión efímera,/ como genio de la belleza pura, y si ese instante ha sido el de la poesía en su aparición primera, pese a la desdicha, la desesperanza, la soledad, los autores de la historia rusa, la poesía aquí reunida, seguirían siendo un instante maravilloso en nuestros ojos iluminados por la pasión, que también espero todo lector conserve como único tesoro.° (NC)


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